
Mundo rural, mujer y naturaleza
PARA SEGUIR EL RASTRO
TALLER DE RASTREO DE ANIMALES / Luisa Abenza
‘La osa que dejó una huella en el cielo’ (‘El vuelo del grajo’) / Luisa Abenza / Sofía G. Berdasco / Lorena Juste
«Vengo del campo aterido
y del amanecer incierto.
Dejé los cardos temblando
al borde de los senderos».
Antonio Gamoneda
Durante los últimos dos siglos, poco a poco los animales han ido desapareciendo del territorio habitado (colonizado) por los humanos. Desde el siglo XIX, inventos “productivos” como el ferrocarril, la electricidad, el automóvil, los fertilizantes químicos, los plásticos y otros materiales… han contribuido a que muchísimas especies hayan sido marginadas, expulsadas, reducidas o directamente extinguidas.
El ser humano está destruyendo ya las últimas áreas salvajes o naturales que quedan, además de contaminar el mar, el aire, el suelo, las aguas y el medio ambiente en general a un ritmo cada vez más rápido. Algo a lo que hay que sumar el cambio climático… Reflexionar sobre esa habilidad que tenemos los humanos para expulsar a muchas especies, incluida la nuestra, del paraíso que habitamos… es tarea de todos. Y proteger este planeta, también.
No obstante, en los últimos años, salir a la naturaleza para observar o fotografiar fauna salvaje ha ido ganando popularidad. Son muchos los que quieren conocer cómo es la vida y cuáles son los secretos de los animales en sus hábitats, pero no se dan cuenta de lo importante que es respetar y cuidar esos entornos, no hacer ruido, caminar despacio intentando que los pasos sean amortiguados, sin quebrar ramas ni pegar patadas a rocas o piedras, estar atentos a cualquier movimiento entre los árboles o la maleza…
Las áreas naturales protegidas albergan hábitats de cuyo equilibrio y preservación dependen la existencia y desarrollo de las especies de flora y fauna silvestres. Estas áreas permiten la realización de actividades relacionadas con la conservación, repoblación, propagación, aclimatación, refugio e investigación de especies, así como actividades relacionadas con la educación.
Conocimiento del hábitat natural
El sábado 3 de junio de 2023, desde el MIHACALE se programó un encuentro en torno al conocimiento del hábitat natural más cercano, en diálogo con las experiencias de Luisa Abenza, Sofía González Berdasco y Lorena Juste, tres mujeres que viven en distintos territorios de la España vaciada en estrecho contacto con la naturaleza.
Ellas son, además, las protagonistas de ‘La osa que dejó una huella en el cielo’, un documental dirigido por Mar López y con realización de Javier Marquerie, promotores a su vez de ‘El vuelo del Grajo’, una revista on line “para el observador de la naturaleza” que fundaron en 2020, en plena pandemia. Su lema: “Aprender para observar y observar para aprender”.
Antes de la proyección de la película, una de sus protagonistas, la rastreadora Luisa Abenza, se encargó de impartir un Taller de rastreo de animales, dirigido a público general, seguido de un agradable paseo por el Coto Fotográfico de Gordoncillo.


El rastreo
Para Luisa Abenza, “el rastreo no es algo que sirva solo para saber qué animales han pasado por una zona, sino que te permite saber todo lo que ha ocurrido a tu alrededor, en cualquier circunstancia y con independencia de que lo haya hecho una persona, un animal, una máquina o la naturaleza en sí”.
¿Y en qué consiste el rastreo? La propia Luisa ofrece esta definición en su página web: “Es una forma de acercarnos a los animales con los que convivimos. Sus recorridos, sus esfuerzos para conseguir alimento, sus escaramuzas, el afán por la territorialidad, sus formas de aseo, hasta sus muestras de alegría. Todas sus actividades pueden quedar recogidas en cualquier elemento que haya tenido la oportunidad de ser testigo del comportamiento de la fauna. Esos testigos nos pueden revelar sus secretos: no sólo la especie que vieron, también qué estaba haciendo, qué motivaciones tenía, o qué sabía hacer para satisfacerlas. Para interpretar sus secretos necesitamos seguir aprendiendo, siempre. Por supuesto, sobre la forma de sus patas, dientes, alas, huevos… pero también es necesario conocer sus costumbres, y las excepciones a esas costumbres: cuando cambia el hábitat, las condiciones meteorológicas, el tipo de presencia humana…”. En definitiva, “rastrear significa seguir aprendiendo y, por supuesto, sorprenderse cuando descubres algo que no te esperabas: ¡este animal ha pasado por aquí y ha hecho esto! ¡no me lo puedo creer!”.
Intuición, interés y curiosidad
Pero recordemos cómo se desarrolló el taller desde el principio, a través de la voz de Mar López, que participó en él como una más:
“Fue una experiencia muy placentera, porque la verdad es que desde el MIHACALE se programó todo con mucho cuidado y mucho cariño. Fue un día como muy casero, parecía que nos conociéramos todos. Y estaba hecho así, con mimo y con intención. El día empezó con el taller de Luisa, algunos participantes llegaron tarde; hubo que esperar, y también que entenderlo, porque venían de muy lejos y lo tenían complicado. A la hora de ponernos a hablar, en ese prólogo en el que Luisa hace preguntas —de dónde sois, a qué os dedicáis…— nos dimos cuenta de que prácticamente había un representante de cada zona de León, unos venían de la montaña, otros de la ribera… y aquello estuvo muy agradable, fue como una garantía de cómo iba a suceder el resto del día, con esa cosa de sentarnos en el patio interior del MIHACALE, en semicírculo, porque además hacía muy buena temperatura…”.
En total se juntaron 15 participantes de distintas edades y muy diferentes, “desde gente muy joven, estudiantes de Biología, Veterinaria o carreras muy vinculadas al mundo de la conservación, que además estaban con los exámenes finales, a gente mayor y algunos jubilados… entre ellos una profesora, montañeros, observadores de aves… En general éramos personas vinculadas con la palabra ‘naturaleza’; algunos más con la ‘conservación’ y otros menos, pero sí preocupados o con interés en ese campo”.
El curso fue muy participativo. “Después de una pequeña introducción, Luisa divide a los participantes en grupos y luego pone una serie de pruebas (unas huellas sobre el barro, excrementos, pelos de diferentes animales, …), y tú tienes que ir averiguando a quién pertenecen. Pero antes te enseña por ejemplo varios tipos de garras, o a diferenciar a grandes rasgos las huellas de mamífero, o de pequeños roedores, o de aves nocturnas… Y después entras a esas mesas que ella tiene preparadas, con los moldes de las huellas en escayola o en barro, las egagrópilas (bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que regurgitan algunas aves carnívoras), montoncitos de cacas… Lo bonito de Luisa es que te da mucha seguridad. Con un poquito de ayuda de todos, alguna indicación de ella, y con el libro tan precioso que ha publicado, ‘Aves que dejan huella’, que ya va por la tercera edición… pues te metes y vas averiguando, de repente sacas cosas, parece que sabes algo. Y resulta como muy esperanzador sentirte en ese lugar y pensar: ya sé cómo es una huella de córvido”.
Antes de este taller, Mar López tan solo había hecho un curso muy breve de rastreo en una feria de ornitología. “Pero con Luisa se aprende mucho. Al principio dices: bueno, esta huella yo no sé sacarla, o este rastro de pelo no sé qué es. Pensé que no iba a acertar nada, pero con ella es un placer, porque te deja muy a tu aire y al final, entre todos, acabamos dando con ello”. ¿Y qué se necesita para rastrear? “Eso es lo que me dejó impresionada, porque yo pensaba: bueno, algo tienes que saber, ¿no? Mi compañero, Javier Marquerie, sí que sabe más que yo… Y lo impresionante es cómo de repente puedes ir averiguando y resolviendo. Porque en realidad no necesitas nada más que interés. Evidentemente, la gente que sabe más logra dar con ciertas claves en las que a lo mejor tú no caerías… pero, poco a poco, puedes dar con ello. Luisa te habla mucho de que todos tenemos intuición, y tenemos esa cosa primitiva del olor, del rastreo y de la curiosidad… y en el fondo podemos llegar a reconocer ciertas cosas que pensamos que no reconoceríamos. Eso fue todo un descubrimiento para mí”.



Herramienta para la conservación
Escuchemos ahora a Luisa Abenza, desde una pequeña entrevista en vídeo publicada en la revista ‘El vuelo del Grajo’:
“No se puede disfrutar de la fauna y desentenderse de la conservación. El momento en el que estamos viviendo ¡es tan alarmante! ¡Hacemos tanto daño continuamente! Incluso sin quererlo, los más conservacionistas, muchas veces simplemente por estar ahí, hacemos daño. Ahora mismo hay muchísima afición al campo, incluso al rastreo, pero creo que nos sigue faltando ese vínculo de respeto hacia los demás, de saber lo que pisas, lo que haces, que el suelo donde pisas pertenece a otros también, que puedes estar rompiendo un desarrollo químico de los bichos que pasan, cosas muy sutiles que estamos tan lejos de entender…”
“Tengo cierto miedo hacia un boom del rastreo de fauna silvestre. Es muy difícil que, siendo muchos en el campo, todo el mundo tenga conocimiento de qué se puede y no se puede hacer, cómo no molestar. Para mí, ahora mismo, hay un problema grave; no es ya el rastreo, es que posiblemente también se dispara… A todo el mundo le gustan las plumas, los cráneos, está bien para aprender… y se dispara mucho, en algunas ocasiones, por el coleccionismo de plumas, o de partes de animales… Todo eso no está protegido por la Ley, sino que además es un riesgo muy grande para la fauna, el levantamiento por ejemplo de cadáveres, sin un conocimiento de lo que estás haciendo…”
“Ver al animal mola, pero cuando le ves, la mayor parte de las veces, le estás molestando, estás interviniendo en su camino. Cuando ves las huellas no estás interviniendo, ya ha estado ahí y encima puedes ver lo que ha hecho sin tú intervenir en sus movimientos, en su trayecto, en lo que estuviera haciendo. (…) El rastreo debería ser siempre una herramienta para la conservación, es lo más urgente y lo más importante”.
De paseo por el Coto Fotográfico
Al finalizar el taller, los participantes dieron un paseo muy tranquilo, “porque nos apetecía”, para conocer el Coto Fotográfico, “que tiene una historia interesantísima y es muy identificativo de Gordoncillo. Porque antes eso fue un antiguo coto de caza, pero el alcalde, Urbano Seco, lo reconvirtió en Coto Fotográfico, con un hide (pequeño observatorio de aves, mimetizado en el entorno) que se puede reservar, de manera gratuita, para utilizarlo”, explica Mar. “Estábamos allí y se escuchaban muchísimos pájaros y, además, había bastantes huellas recientes de pequeños mamíferos, roedores… Cuando fuimos ya no había nadie, pero esa mañana el hide lo había reservado un pequeño grupo de observadores de aves”.
El paseo no se prolongó demasiado, a causa de la hora, y los participantes compartieron una comida en común, en uno de los bares de la plaza de Gordoncillo, donde se intercambiaron pareceres y experiencias. “Estuvo muy bien, hablamos de lo que hacía cada uno, y surgieron conversaciones muy agradables”, recuerda Mar. “Yo creo que fue una cosa que estaba muy cuidada desde el Ayuntamiento y desde el MIHACALE, me refiero al hecho de cómo se quiere programar ¿no?, desde ese lugar de co tidianeidad y de conocer a personas que no conocerías en otros espacios”.


Un documental sobre tres mujeres excepcionales
Ya por la tarde, se pudo disfrutar de la proyección del documental ‘La osa que dejó una huella en el cielo’, dirigido por Mar López, con realización de Javier Marquerie, sobre la vida de tres mujeres excepcionales y muy distintas, dedicadas a la conservación de la biodiversidad, y que han terminado viviendo en distintas zonas de la España rural.
Una de ellas es precisamente la rastreadora de profesión Luisa Abenza, que reside desde hace tiempo en Villagrajilla, una pequeña cabaña de madera en un hermoso valle de la España vaciada, en compañía de perros, gatos, gallinas, gansos y otros animales, algunos rescatados o en recuperación.
La segunda protagonista de la cinta es Sofía González Berdasco, descendiente de una familia de ganaderos trashumantes y guía de montaña (ha montado una empresa de ecoturismo, Somiedo Experiencie) para el avistamiento de fauna silvestre y grandes carnívoros (el oso, entre ellos) en el Parque Natural de Somiedo.
“La naturaleza me lo ha aportado todo. (….) Cada vez que un animal se deja ver, eso es un premio. (…) Hay que llenarse de paciencia y aprender a disfrutar de ese tiempo que pasas en la naturaleza, llevándote la foto o sin llevártela. No soporto a la gente que prioriza la fotografía o la filmación a la molestia que le puede estar causando al animal”, dice Sofía, en la entrevista publicada en ‘El vuelo del Grajo’. “Somos una especie más, homo sapiens, conviviendo con otras especies de fauna, y hay que respetar ese equilibrio”.
La tercera mujer que retrata el documental, Lorena Juste, es bióloga responsable de programas de reintroducción de aves, como el Proyecto ‘Monachus’ del GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat) que se ha llevado a cabo en la Sierra de la Demanda, con gran éxito, para la recuperación del buitre negro. Lorena ahora está volcada en el ‘Proyecto Pigargo’, para la reintroducción de esta especie extinta en España. De sus redes sociales tomamos este fragmento, escrito el pasado mes de mayo:
“Recuerdos de mi etapa con los monachus. Hace 3 años, y tan solo 3 años después de la primera liberación de buitres negros, se reproducían las primeras parejas tras más de medio siglo de ausencia en el Sistema Ibérico gracias a la iniciativa de GREFA. 6 años después de la primera liberación, nada menos que ¡15 parejas! se reproducen en la Sierra de la Demanda burgalesa y riojana, que cuidan con esmero un equipo de maravillosas personas que les dedican todo su tiempo y su cariño. Todo un éxito y una gran alegría. Por la BIODIVERSIDAD, contra los BIOCIDAS”.

Mujeres que dejan huella
El título del documental, que se le ocurrió a Javier Marquerie, condensa como una oda quién es cada una: “La ‘osa’ tiene que ver con Sofía, que se dedica a ver el oso, entre otras cosas; la ‘huella’ tiene que ver con Luisa, que es la rastreadora, y ‘el cielo’ es Lorena, que siempre está observando a las aves para catalogar, analizar o hacer un seguimiento”.
¿Cómo surgió la idea de rodar esta película? Mar López, nos lo relata así: “Es una historia muy bonita. Antes de la pandemia, mi compañero, Javier Marquerie, trabajaba para la revista de viajes de una compañía aérea. Le solían enviar a distintos destinos de la compañía, para hacer artículos de turismo. Pero él ha estado desde pequeño muy entroncado con la naturaleza y con el mundo de la observación de las aves, y quería llevar sus artículos a ese lugar. Javier estaba metido en páginas de las redes sociales relacionadas con eso, como el ‘Grupo de observación de aves cantábricas’, u otros. Hay gente muy activa ahí, a la que acabas conociendo por coincidencias en las redes. Así encontró a Lorena, a Sofía y a Luisa. No las conocía en persona, pero empezó a ver los trabajos que hacían, a qué se dedicaban… y le pareció muy atractivo. Así que se le ocurrió reunirlas, porque tenían cosas en común: eran mujeres, en un mundo rural, y en el mundo de la conservación”.
Javier ofreció un artículo sobre ellas a la revista, y se lo aceptaron. “Total, que cuando habían quedado las tres para reunirse con él en Asturias, y estaba incluso reservada una casa de turismo rural, llegó la pandemia y todo se pospuso, todo se paró, especialmente las compañías aéreas, Javier se quedó sin trabajo. En nosotros empezó a crecer entonces la idea de fundar la revista ‘El vuelo del Grajo’. Paralelamente, la idea de qué hacer con Luisa, Sofía y Lorena también fue creciendo, siempre estaban en nuestros pensamientos. Y lo que iba a ser un reportaje, decidimos que lo íbamos a meter en nuestra revista. Pero la personalidad de estas tres mujeres era tan potente que sentíamos que había que hacer algo más…”
El especialista en vídeo era Javier Marquerie, pero él animó a Mar a que las grabara y dirigiera el documental. “No había una presión externa, ni dinero, sino que partía de nuestras ganas, de nuestro interés y con nuestros medios… y dije que sí”.
El documental fue saliendo poco a poco. “Primero nos reunimos con cada una de ellas en su espacio de vida y de trabajo, y luego las reunimos a las tres. Luisa y Lorena ya se conocían, por proyectos que han tenido en común, y Sofía no, pero de pronto se han generado unas amistades ahí, entre ellas y entre nosotros… Esa ha sido de las cosas más bonitas que nos ha dado el documental. Pero hacerlo también cambió nuestra manera de ver algo que no conocíamos: el mundo de la España vaciada. Nos enseñaron muchas cosas, sobre ellas, sobre su vida… y sobre toda la problemática que tienen siendo mujeres y dedicándose al mundo de la conservación, que es un área complicada, como que el mundo no está preparado para asumir cierta responsabilidad con respecto a eso, no es una vía fácil de trabajo. Aunque ellas no toquen mucho ese tema en el documental, queda claro que ser mujeres, y dedicarse a lo que se dedican, es algo que dificulta su vida cotidiana; el prototipo de mujer que tienen muchos hombres del mundo rural no es para nada el que ellas tienen”.
Un ejemplo es el caso de Sofía. “Cuando la conocimos, nos quiso llevar a su ‘teito’, que es una típica cabaña de piedra con un tejado que se hace con vegetación, en forma de pico. Ella es vaqueira de Alzada, de una familia de pastores trashumantes, y desde pequeñita ha vivido en las brañas. Siempre quiso tener un ‘teito’, era su deseo y por fin lo cumplió. Ella tiene además una empresa de turismo activo, y el ‘teito’ está bastante arriba, no es de fácil acceso, como se puede ver en el documental. Pues hace unos meses, después de haber hecho la película, le quemaron el ‘teito’ de manera intencionada. No sabemos cuáles son las razones, pero sí que lo quemaron a propósito, la denuncia ya está en curso legal”.
Conservación, mujer y mundo rural
La primera parte del documental es una especie de retrato de estas tres mujeres valientes, en el que cada una habla desde su lugar, y así la manera de narrar y de editar las imágenes es muy diferente. “Cada una se fue abriendo en base a cómo se encontraba y lo que quería decir, y se abrieron de una manera espectacular, para nosotros aquellos días de rodaje fueron un regalo precioso. Lorena por ejemplo nos habla mucho de su trabajo, porque ella es una curranta nata, que se esfuerza al doscientos por cien en lo que hace. Luisa es una persona mucho más intuitiva, más reservada… Y Sofía es más callada, pero con unos principios muy fuertes que marcan su manera de vivir”, indica Mar López.
En la segunda parte, las tres aparecen reunidas, alrededor de una mesa, para hablar sobre los temas que les propusieron Mar y Javier: mundo rural, conservación y mujer. “Y es ahí donde ponen en común sus experiencias, bien con los animales, o con los proyectos en los que trabajan, o sobre su visión del ser humano, o hacia dónde va el mundo…”
‘La Osa que dejó una huella en el cielo’ se estrenó en su primera versión en la Feria Ornitológica de Castilla y León, en 2022. Un año después, su proyección en el auditorio del MIHACALE llenó de lágrimas los ojos de Mar López y Javier Marquerie. “Fue muy emotivo. No habíamos visto el documental en un tiempo en el que tuvieron lugar una serie de sucesos, como la quema del ‘teito’ de Sofía. Y en la película aparece todo el rato ese ‘teito’. De repente lo vimos y pensamos: ese ‘teito’ ya no está. Y luego escuchamos a Lorena, que ahora coordina el Proyecto Pigargo y se está encontrando con bastantes problemas por parte de algunos colectivos que no están de acuerdo… Pero, como se cuenta en el documental, Lorena ya estuvo en otro proyecto sobre el buitre negro en la Sierra de la Demanda, que ha tenido un exitazo; cumplió su objetivo y la persona que hace ahora el seguimiento es una ganadera que antes odiaba al buitre negro, pero ahora está absolutamente enamorada de esta ave. Eso es un valor importante, ¿no? Porque no se trata solo llevar a cabo un proyecto en una zona concreta, hay que hacer que esa zona valore ese proyecto, porque la gente tiene muchos miedos, y hay que convencerla de en qué les va a favorecer”.
Intentar “ser otras”
Sobre sus sensaciones como realizadora de esta película, Mar López escribe esto en su revista, ‘El vuelo del Grajo’: “Luisa, Sofía y Lorena son tres mujeres únicas que habitan en lugares rurales de la llamada España vaciada. Son mujeres que viven el día a día de una sociedad que piensa poco o nada en la conservación de las especies y la biodiversidad. Son mujeres que se enfrentan al ostracismo de las personas que no comprenden sus verdades. Trabajan incansablemente, casi de espaldas al nefasto futuro que se augura al planeta. Además, son mujeres en un mundo de hombres. A pesar de todo, eso no hace que se paren, ellas siguen. Nos parecen el ejemplo perfecto del poder que uno puede tener sobre lo colectivo. Ellas no lo saben, también ahí radica su belleza y su verdad. Su incansable actividad, empeño y valentía es lo que genera la esperanza que muchas necesitamos. Creemos que tienen mucho que contar. A nosotras nos han cambiado, nos tienen paseando por nuevos senderos, nos tienen intentando ser otras”.
Texto: Eloisa Otero
El ciclo Conexión Primavera en el que se enmarca Mundo Rural, Mujer y Naturaleza cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deporte en colaboración con la Junta de Castilla y León. Está integrado en el Plan de recuperación y los fondos Next Generation de la Unión Europea, que busca desarrollar el sector cultural más allá de los núcleos urbanos.