Fiesta del encuentro. Desplegándose en Gordoncillo

@Rocío Cuevas

MÚSICA, BAILE, JUEGOS, COLOR Y CALOR EN LA “FIESTA DEL ENCUENTRO” DE GORDONCILLO


“Sean vuestras fiestas libres y generosas como vosotros; que el sol ilumine vuestros espectáculos; vosotros mismos formaréis uno, y ese será el más digno que el sol haya iluminado”. J. J. Rousseau

Argumentaba el filósofo, pedagogo y naturalista prerromántico Jean-Jacques Rousseau, ya en el siglo XVIII, que la fiesta conviene a los pueblos –en una República– como un medio para organizar una especie de asamblea creando entre sus miembros agradables lazos de placer y de felicidad capaces demantenerlos unidos como comunidad.
Algo así, entre otras cosas, debió de sobrevolar como una idea a principios de año sobre la cabeza de María Ordás Tascón, cuando llegó a este pequeño pueblo del sureste de León —330 habitantes, según el último censo, con una media de edad muy alta y tan solo doce niños y niñas—, para tomar las riendas del Museo de la Industria Harinera de Castilla y León (MIHACALE).
En Gordoncillo, que multiplica por tres o cuatro su población en verano, hace más de dos lustros que se cerraron las escuelas. Además de su hermoso y singular museo, en el que se organizan importantes exposiciones y muchas actividades, el pueblo cuenta con unas bodegas innovadoras y modernas, Gordonzello, creadas a finales del siglo pasado —cuando la viticultura parecía haber muerto en la zona— gracias a que un total de 101 viticultores fueron capaces de unirse y crear una sociedad para salvar sus viñas.
¿Cómo conocer más de cerca a esta comunidad? ¿Cómo establecer lazos entre el pueblo, el museo, y los habitantes de los alrededores?¿Cómo aprovechar, también, los fondos Next Generation de la Unión Europea para recuperar y fomentar la vida cultural de este pueblo limítrofe con Valladolid y cercano a Zamora? ¿Qué se podría programar con el objetivo de “generar espacios para el encuentro, el goce, el intercambio de experiencias y la transmisión de saberes entre el público visitante, los vecinos y vecinas y los colectivos de artistas invitados para su desarrollo”?
Para la nueva coordinadora del MIHACALE estuvo claro desde un principio: había que construir un proyecto cultural y artístico “enfocado al disfrute y a la alegría de compartir buenos momentos”, es decir, construir una gran celebración. El programa, que se denominó “Conexión Primavera”, tendría que “poner en valor la cultura del cereal, de los trabajos y los oficios y también de las fiestas de un pueblo que vive con el latido propio de la agricultura de Tierra de Campos”. Habría además que “visibilizar el respeto y el cuidado que sus pobladores han mostrado a lo largo de los años por el ecosistema en el que conviven; un entorno con un hábitat natural y animal reconocido y declarado zona de especial protección para las aves”. Y, lo más importante, todo eso había que conseguirlo “gracias a la colaboración con las vecinas y vecinos, con las asociaciones locales, con los centros educativos ubicados en
la cercana localidad de Valderas, que dan servicio y conectan con las familias de una decena de municipios de las provincias de Valladolid, Zamora, León y Palencia, gracias a los agricultores y viticultores, a las maestras y maestros, a técnicos de medio ambiente y a todas las personas que se acercasen a Gordoncillo en los próximos meses”.
Y ahí es donde entró en juego el colectivo Desplegándose, como catalizador y organizador de las ideas que fueran surgiendo desde la comunidad que conforma Gordoncillo.

TEJER LA FIESTA / DESPLEGÁNDOSE
“Desde el MIHACALE nos propusieron un proyecto chulísimo, organizar una gran fiesta popular el 25 de junio de 2023, trabajando comunitariamente con toda la gente del pueblo que estuviera interesada. Al principio, pensamos:
‘¡Guau!, A ver cómo lo hacemos!’. Tuvimos una primera reunión a principios de marzo, en la que expusimos a los vecinos que se acercaron algunas ideas de trabajo, y la acogida no pudo ser más bonita y calurosa. A partir de ahí, empezamos a diseñar la fiesta con la gente que se quiso sumar”, recuerdan Carlos Fernández y Marisa Amor. Esta pareja, residente en Gijón desde hace 6 años, forma el colectivo Desplegándose, un proyecto vital, educativo y lúdico, basado en el desarrollo de la persona a través del juego, la expresión y la creación. Ambos llevan años formándose en “educación creadora” y desarrollando proyectos y talleres con personas de todas las edades (bebés incluidos). Una de sus habilidades es crear, o enseñar a crear, espacios lúdicos adaptados a las personas que los van a utilizar, siempre teniendo en cuenta sus necesidades. Y la propuesta del MIHACALE era un reto tan bonito que no lo dudaron: ahí había toda una aventura por delante.
Carlos y Marisa nos relatan que, para ellos, lo más importante siempre es “escuchar”, para poder desplegar a partir de ahí sus abanicos de posibilidades.
Y eso hicieron, escuchar a los habitantes y explorar el territorio para diseñar un gran evento festivo a partir de las aportaciones de vecinos y vecinas, observando y teniendo en cuenta la realidad del entorno.

UN PUEBLO CON VIDA Y SENTIMIENTO COMUNITARIO
Lo primero, además de tomar contacto con los habitantes, fue conocer el lugar, pasear, observar, charlar… “Gordoncillo puede considerarse un pueblo en el sentido más puro de la palabra; es muy pequeño, está relativamente separado de las grandes urbes… pero también tiene su propia vida y su regeneración social, no es un pueblo que esté abandonado para nada… Yo creo que la clave de este pueblo es su alcalde, Urbano Seco, que lleva toda una vida intentando poner a Gordoncillo en el mapa, impulsando un montón de iniciativas para que el pueblo esté vivo y sea una referencia turística y cultural. Y uno de sus grandes logros es el MIHACALE, porque fue él quien se empeñó en que había que levantar este museo, y una infraestructura como esta en un pueblo como Gordoncillo no está nada mal”, señala Carlos Fernández.
El museo, que abrió sus puertas en 2014 en la antigua fábrica de harinas ‘Marina Luz’, tuvo que cerrar en 2020 durante la pandemia. María Ordás entró de lleno como coordinadora a principios de 2023, con muchas ganas de “armar” un proyecto nuevo que tuviera en cuenta, sobre todo, a los habitantes de la zona, pero con el suficiente interés como para atraer a otras gentes del entorno, de la provincia e incluso de más allá…
“Desde el MIHACALE, lo que pretendemos es conectarnos con lo que ya existe en el pueblo, es decir, con sus gentes, descubrirnos mutuamente”, apunta María Ordás, subrayando que un museo como este debe servir para “interactuar con su entorno y servir de puente a nuevas experiencias vitales y enriquecedoras para la comunidad”.
“Conexión Primavera” se concibió, por tanto, como un ciclo de actividades muy cuidadas con el que confluir, de manera natural, en la gran Fiesta del Encuentro del 25 de junio, sin duda un buen pretexto para compartir la riqueza autóctona y enocultural de esta localidad leonesa. Ese proceso de gestación es lo que intentaremos exponer aquí.


EXPRESIÓN, MOVIMIENTO Y JUEGO
Durante los meses previos a la fiesta, Carlos Fernández y Marisa Amor acudieron a Gordoncillo muchos fines de semana, para reunirse con los vecinos y vecinas, compartir ideas de trabajo y desarrollar un imaginario colectivo sobre el que sustentar la celebración. 
“Ha sido un proceso de varios meses. Nosotros no organizamos fiestas, sino que hacemos actividades basadas en tres áreas: movimiento, juego y expresión. Normalmente trabajamos mucho con niños y niñas, pero en Gordoncillo solo hay doce peques, que además estudian en Valderas. Así que no se trataba simplemente de organizar una fiesta, sino de activar un proceso de trabajo y creación colectiva, a través de un proceso participativo”, subraya Carlos Fernández.
Había pues que dialogar con el pueblo, explicar las intenciones e involucrar a la mayor cantidad posible de habitantes del lugar, para que se sintiesen parte de un proyecto cargado de ilusión que, poco a poco, se iría materializando en una combinación de color, juego y baile para todos los públicos, reuniendo así todos los ingredientes de una fiesta “desde, por y para las personas”, en palabras de la bailarina Marisa Amor.

EXPRESIÓN / COLOR / ENGALANAR EL PUEBLO
Una de las cosas que se plantearon fue hasta qué punto innovar o hacer lo que se suele hacer en una fiesta popular. “Queríamos una fiesta nueva. Y, si esta Fiesta del Encuentro se repite en años sucesivos, la gente tendrá una actitud muy diferente, porque han visto lo que es, y en Gordoncillo el sentimiento comunitario existe, es una comunidad pequeña, en la que pasan cosas y hay colaboración, la gente se junta, se organiza. Los jóvenes incluso tienen una sociación, Jogora, que mueve muchas actividades…”
Una de las ideas que caló fue la de engalanar el pueblo de Gordoncillo y darle a la celebración el color del paisaje circundante (cereal, vides, uvas, amapolas y otras flores, barro, adobe, tapial, madera…).
Algunas mujeres de Gordoncillo —Emilia, Pili, Conchi, María Santos, Mari, Isabel, Ciri, Arancha, Carolina, María— quedaron en reunirse para coser los miércoles por la tarde y crear un alegre y vistoso patchwork gigante uniendo distintas telas de 50 x 50 centímetros. Hicieron suya la idea y se pusieron a la faena. Durante meses, cosieron los retales que fueron recolectando para fabricar las banderolas que se desplegarían en lo que iban a ser los tres puntos clave de la fiesta: el MIHACALE, la plaza del Ayuntamiento y las antiguas escuelas, intentando llegar hasta donde pudieran. Claro que llegaron mucho más allá de lo que hubieran imaginado… porque así, retal a retal… consiguieron rematar varios kilómetros de “retazal” o “almazuela”, que es como también se puede nombrar el “patchwork” en España.
“Como trabajo colaborativo y a largo plazo el resultado ha sido una maravilla, las señoras se lo tomaron como algo suyo y hay que reconocerles que… ¡Vaya trabajo chulo que han hecho! Aunque ya nos han dicho que el año que viene piensan hacerlo mucho mejor”, nos comentan Carlos y Marisa, orgullosos al igual que todo el pueblo de lo bonito que se ve Gordoncillo engalanado.

@Manuel Cuesta

MOVIMIENTO / BAILE VERMÚ
Bailar alegra el alma y el cuerpo, además de ser “el baile” un lugar de encuentro natural de toda fiesta. Había que llevar la celebración al terreno de la gente, teniendo en cuenta que la edad media de los vecinos es bastante alta.
Después de darle vueltas a unas cuantas propuestas, desechando unas y buscando cómo aprovechar otras… ¿Por qué no organizar un baile vermú como los de antes, en la plaza del Ayuntamiento, con orquesta, canciones de otra época y bailes más tradicionales? ¿Y por qué no organizar incluso un pasacalles previo, al que pudieran sumarse los niños y niñas del pueblo?
“Queríamos que una fiesta intergeneracional. Hubo más ideas, pero al final nos centramos en el pasacalles y en el baile vermú. Y el resultado también ha sido bastante bonito. En un principio a la gente del pueblo le pareció bien, pero lo miraban todo un poco desde la distancia. ¿Pero qué fiesta es esta? ¿Qué celebramos?… Ahora, una vez que lo han visto y disfrutado, todos han estado de acuerdo en que ha estado muy bien, y en que hay que repetir…”.
Carlos nos cuenta que fue fantástico poder contar con La Orquestina de León, un grupo musical que emula a las orquestinas que antaño recorrían los pueblos con su cupletista, y de la que forma parte la dulzainera y saxofonista Raquel Ordóñez Lanza, quien precisamente fue una de las últimas maestras que tuvo Gordoncillo antes de que cerrasen las escuelas. “Alguien nos habló también de ‘Las canarias de Gordoncillo’, Choni y Mari, dos hermanas que viven en Canarias y de vez en cuando regresan para pasar temporadas en su pueblo natal, cargadas con sus ‘timples’ y sus canciones. Así que contactamos también con ellas”, explica. Pero del baile hablaremos después, con más profundidad.

JUEGO / ANTIGUAS ESCUELAS
Los doce niños y niñas de Gordoncillo se desplazan para estudiar, durante el curso escolar, a la cercana localidad de Valderas, a pocos kilómetros. Devolver el espacio de las antiguas escuelas para otros usos, como el juego, no podía faltar en este proyecto.
“Se nos ocurrió convertir el jardín de las antiguas escuelas, cerradas hace más de diez años, en un original espacio de juego, a partir de materiales relacionados con la zona, e involucrar a la gente en la creación de este espacio, para que fuera un lugar que tuviera que ver con el pueblo”, nos cuentan Carlos y Marisa. “Un vecino nos dio unas maderas, otro unas ruedas, la frutería de un pueblo cercano aportó cajas de fruta, … Las cosas que tuvimos que comprar las buscamos en un radio de muy pocos kilómetros. Y una mamá del pueblo hizo de enlace para buscar y conseguir los materiales necesarios. El papá de tres de los doce niños, que es ganadero, nos prestó unas balas de paja durante unos meses, porque resulta que, aunque siempre hubo mucha paja por aquí, en los últimos años ha habido escasez por la sequía, y hasta pensamos en renunciar a ella, pero al final este vecino apareció con un camión, la dejó y la colocó y… la paja es tan bonita, trae tantos recuerdos, huele tan bien, y tiene tantas posibilidades para jugar… ¡es un material maravilloso!”.
La semana previa a la fiesta, Carlos y Marisa se “desplegaron” en la construcción de este nuevo espacio, limpiando las enormes ruedas, restaurando los viejos columpios abandonados y el tobogán, construyendo una cocinita con su fregadero, su vajilla y sus cacharros, con su mesa y sus sillitas… Les ayudaron en ello los trabajadores municipales, Amós y Florín, ya de por sí bastante atareados, para ir a recoger la arena y los troncos, y para otras tareas. También contaron en todo momento con la ayuda impagable de Fernando, un concejal que para los trabajadores del museo es “como un ángel de la guarda”, y la de Urbano, el alcalde, que en palabras de Carlos y Marisa “es alguien raro y muy especial, que no para, desde las siete de la mañana hasta las once de la noche está haciendo cosas en un sitio o en otro del pueblo”. Y poco a poco se fue incorporando a los trabajos más gente: Marta y Mariola, que han estado atentas y disponibles desde que aterrizamos en el pueblo, Raquel, Maxi, Tello, Juan, Jose Carlos, Maxi Dativo, Abel... cada uno en lo que podía.

“Nuestro concepto de juego no conecta fácilmente con la sociedad digital en que vivimos, y hay que explicarlo un poco”, subrayan también Carlos y Marisa. “Para que el juego pueda cumplir su función biológica trascendental, debe tener su pequeña dosis de peligro e irreverencia. El juego verdadero, el que se sitúa en los márgenes de lo establecido por los adultos, tiene siempre algo de inadecuado, de inesperado, de fuera de las normas. Es el niño o la niña quien decide qué hacer o no. No todo el mundo lo ve igual, pero para nosotros es importante el poder explorar y jugar libres de prejuicios. De ahí que hayamos hecho una estructura de equilibrio, con unos troncos, o puesto esas balas de paja para trepar y fomentar el desarrollo motriz…”.
En todo caso, el jardín de las escuelas, convertido en un espacio activo, “se queda ahí”, integrado en el pueblo, muy cerquita del museo, a disposición de los niños y niñas del pueblo, y de los veraneantes.
“Queríamos hacer algo en lo que la gente viera y sintiera cómo trabajamos nosotros, para que eso tenga una proyección. Y creemos haberlo conseguido, el parque de juegos ha quedado chulísimo y hemos sentido que los vecinos y vecinas estaban encantados, también los peques. Como todas las primeras experiencias, hay muchas cosas a las que dar vueltas, pero estamos muy contentos”, advierte Carlos.

CALOR / LA “FIESTA DEL ENCUENTRO”

Si el objetivo era que la fiesta se convirtiera en un gran evento de carácter familiar, vivido en comunidad, y contando con la mayor cantidad de vecinos posible, sin duda se cumplió, y el resultado se puede definir como todo un éxito, aunque la climatología jugara en contra de algunas de las actividades programadas, ya que el 25 de junio el país entero sufrió la primera gran ola de calor del incipiente verano.
A las 12 de la mañana se citó en el museo para el pasacalles, abierto a todos cuantos quisieron participar, fundamentalmente niños y niñas, y en él se combinaron todos los elementos propuestos desde el colectivo Desplegándose: movimiento, juego y expresión.
Las mujeres del pueblo habían cosido pequeños estandartes para los pequeños (un guiño a los pendones y a la bandera que identifican la localidad), adaptados a su tamaño. Y con latas y baquetas se improvisaron pequeños tambores y otros instrumentos improvisados. Colores de la bandera de Gordoncillo:


Rojo (inspirado en el color del vino de sus tierras, simboliza fortaleza, victoria y alteza).
Amarillo (tiene que ver con el fuego y los tonos de la mieses maduras, representa nobleza, luz, constancia y sabiduría).
Azul (como el cielo limpio de esta zona de secano, simboliza justicia, verdad y lealtad).
Verde (como el campo, como la hierba, como las copas de los árboles y como las vides, denota esperanza, amistad y respeto).

Los participantes tamborilearon y calentaron motores antes de formar la comitiva que recorrió las calles del pueblo, desde el MIHACALE hasta la plaza del Ayuntamiento, encabezada por dos dulzaineros, un tambor y un bombo del Grupo de Dulzaina La Ribera animando al regocijo. Ya en la plaza hubo que beber mucha agua y reponer fuerzas, a causa del calor y las altas temperaturas. Y cuando aún no habían sonado las campanas de las dos de la tarde arrancó el baile vermú. Merece la pena detenerse en la actuación de La Orquestina de León, un original grupo fundado hace unos pocos años, que tiene presentes músicas tradicionales (romances, jotas, chanos, titos…), pero que también centra su repertorio en temas que se popularizaron a partir de los años 30 y 40 del siglo pasado, gracias a las sencillas orquestas que viajaban de pueblo en pueblo y que dejaron su impronta alegre en los festejos que amenizaban la rutina de una sociedad eminentemente agraria, interpretando coplas, pasodobles, rumbas y otros ritmos que podían bailarse ‘agarrados’ ante el estupor de los defensores del ‘¡que corra el aire!’, como recordó durante la actuación Eva Frade, la divertida ‘cupletista’ y cantante, acompañada por Borja Tablado al acordeón, Antonio Sutíl a la percusión, las gemelas Marta y Sara Prieto al clarinete y Raquel Ordóñez al saxo.
La Orquestina ofrece en sus actuaciones un auténtico viaje a lo que podía ser una fiesta popular de hace setenta u ochenta años. Mediante la recreación del concepto de verbena, el grupo invita al público a disfrutar participando e interactuando con mucha gracia, haciendo acopio de indumentaria y de una estética propias de otra época, capaz de transportar a los oyentes a tiempos pasados.
Eva Frade se ganó enseguida a cuantos llenaban las terrazas de los dos bares de la plaza. Con temas como Caramelitos de Oviedo, Ya de murió el burro, El carbonero, La Basilisa, El domingo de carnaval, Tengo un molino que muele… el baile se fue animando más y más. “La gente estaba entregada, las señoras mayores lo dieron todo bailando y coreando las canciones, y nosotros, claro, encantados, porque cuando la gente acompaña tanto desde la orquesta también lo disfrutamos mucho más”, comentaba la saxofonista Raquel Ordóñez al final… Porque hubo que parar, bien pasadas las tres de tarde y con el sol cayendo a plomo, para reponer fuerzas antes de las actividades de la tarde.

La comida fue libre y se animó a acudir al Parque de la Vega de Huso con mantas, sillas y picnic para comer todos juntos, pero la temperatura superior a 30 grados hizo que los vecinos en mayoría se replegaran a sus casas.
En el parque, además del picnic que sobre una manta compartieron trabajadores del museo, organizadores de la fiesta y visitantes, se pudo disfrutar de la instalación Versos que anidan, de Baychimo Teatro, donde los poemas habitan las casitas-nido que cuelgan de los árboles y hablan a quienes se acercan para escucharlos.
La tarde estuvo dedicada al juego, y en el Taller Familiar de Construcciones Imaginarias, impartido por Carlos y Marisa en las dependencias del museo, peques y adultos pudieron dar rienda suelta a su imaginación creando objetos inverosímiles (un telescopio para imaginar estrellas, una sombrilla, una casita con escondites, un espejo para visitas…) con distintos materiales (cartones, tubos, lanas, pegamento, telas, cintas, papeles de colores…).
A las siete, en las antiguas escuelas se abrió la verja para disfrutar de un sugerente parque infantil desde el que se fomenta el juego libre, autónomo e imaginativo. El encargado de cortar la cinta (cosida con retales por las mujeres del pueblo) fue el alcalde, eso sí, acompañado por todos los niños y niñas en el momento de utilizar la tijera.
De amenizar la velada vespertina se encargaron al principio dos acordeonistas de Gordoncillo, Aquilino y Miguel, toda una institución en el pueblo, a los que se sumó Samuel, el crooner local, para interpretar temas antiguos y canciones reconocibles. Los vecinos y vecinas se fueron sentando en las sillas que se colocaron en el jardín para escucharlos, disfrutando de su actuación entrañable…
El caluroso día iba llegando a su fin, pero aún faltaba por llegar una actuación muy especial, la del veterano grupo de mujeres leonesas Gritsanda, con su música tradicional y sus toques de mesa panadera, que además de enseñar algunos bailes a los voluntarios y voluntarias que se prestaron a mover los pies y el cuerpo entero, deleitaron a los presentes con un sinfín de canciones de distintas comarcas leonesas, acompañándose de distintos instrumentos, como panderos, panderetas y hasta ánforas tocadas con una zapatilla de esparto…
Hasta que se puso el sol y otro calor embargó los corazones, el de la gratificación emocional tras un día inolvidable, intenso, festivo y placentero en compañía de familiares, amigos y vecinos, en el que cada cual aportó lo que pudo, incluidas limonada —suministrada desde la asociación juvenil Jogora— y alegría…

VERSOS QUE ANIDAN Y SUSURRAN
Hasta el parque de las escuelas se trasladó además la instalación Versos que anidan, de la compañía zamorana Baychimo Teatro, para que pudiera disfrutarse en esa ubicación hasta el 29 de junio. La instalación es preciosa y busca mimetizarse en el entorno, a través de casitas-nido de pájaro que cuelgan de los árboles y en las que, cuando uno se acerca, se pueden escuchar poemas de autores como Luis Cernuda, Alejandra Pizarnik, Federico García Lorca, Gloria Fuertes, León Felipe, Anushka Ravishankar o el salmantino Raúl Vacas, por poner algunos ejemplos, interpretados por distintos lectores y asociados cada uno de ellos con el canto de un pájaro. 
Esta propuesta mezcla distintos estilos, épocas y temas poéticos para llegar a públicos diversos, también a los más pequeños. El visitante dispone incluso de una particular “guía de aves”, en forma de folleto, donde encontrar el poema que habita en cada nido, su pluma (autor) y su canto (voz). El contenido sonoro de los nidos está formado por un total de 30 poemas de autoras y autores diversos a los que han prestado su voz otros tantos actores, actrices, narradoras, periodistas, educadoras, poetas, amigos… Y cada voz va acompañada de una pieza sonora que complementa y arropa el contenido poético.
Y es que, desde Baychimo Teatro, al igual que desde el colectivo Desplegándose, también intentan encontrar y crear territorios comunes para adultos y niños, en los que sea posible compartir momentos especiales y ponerse a jugar, en este caso con poemas, traspasando las fronteras de los espacios convencionales y generando ambientes y paisajes sonoros sugerentes más allá de las propias palabras.

Texto: Eloisa Otero

 El ciclo Conexión Primavera en el que se enmarca la Fiesta del Encuentro de Gordoncillo cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deporte en colaboración con la Junta de Castilla y León. Está integrado en el Plan de recuperación y los fondos Next Generation de la Unión Europea, que busca desarrollar el sector cultural más allá de los núcleos urbanos.